domingo, 23 de agosto de 2009

CRITICAS DE BASIL LIDDEL HART a CLAWSEWITZ

1. Introducción.

Todo pensador militar es hijo de de una época, de un país y de unos determinados acontecimientos históricos. La gran mayoría de los que han alcanzado notoriedad son hijos también de una determinada cultura, la europea occidental. Así pues todo pensador nace predeterminado en cierta forma y, en principio, sus conclusiones corren el grave riesgo de ser parciales y adecuadas sólo para un momento, un lugar y unos problemas muy concretos.

Pero muchos pensadores militares han sido conscientes de estas limitaciones y han intentado evitarlas recurriendo fundamentalmente a dos métodos:

El más común es el estudio de la Historia Militar, que proporciona una visión amplia sobre el fenómeno de la Guerra y permite deducir unas constantes que se repiten en el mismo, independientemente de la época y la situación geográfica.

El segundo, más complejo, es la abstracción filosófica, privando a la Guerra de todo lo que es contingente y temporal y buscando la naturaleza misma del fenómeno. Ambos métodos son frecuentemente complementarios, aunque suele predominar uno u otro en cada pensador.


El presente trabajo tiene por finalidad efectuar una comparación entre las ideas centrales de dos autores ampliamente reconocidos del pensamiento militar y del estrategia de la guerra, el Grl Kart Von Clausewitz, y el Cap Sir Basil H. Liddell Hart, que permitan a arrojar un poco de luz sobre la correlación que existe entre la evolución del arte operativo desde la visión del siglo XIX y de la visión del siglo XX.



2. Desarrollo

El pensamiento de Kart Von Clausewitz




Los escritos militares de Clausewitz, en particular su libro "De la Guerra", ocupan una posición singular en la historia del pensamiento militar. El último de estos escritos es, con toda razón, considerado como un trabajo "clásico", a pesar de ser un libro que es más citado de lo que en realidad es leído.

Aunque contiene secciones grandes -sobre todo aquellas que se refieren a tácticas-, cuyo valor se ha visto disminuido por la marcha del tiempo es, sin embargo, el primer estudio de guerra que verdaderamente aborda los fundamentos de su tema y el primero en crear un tiempo de pensamiento adaptable a cada jornada de la historia y experiencia militar. Es indudable que este hecho no puede ser apreciado de inmediato, debido a que el trabajo principal de Clausewitz no quedó terminado (su prematura muerte, ocurrida en 1831, le impidió completar una revisión final), algunas incompatibilidades han quedado sin solución.

Las dificultades de interpretación son grandes, en parte, a causa de una terminología filosófica que parece "metafísica".

El panorama general de la guerra del siglo XVIII fue particularmente acorde con el pensamiento de una época optimista y racional. El "ancien régime" no había conocido la atmósfera irracional de la hostilidad destructiva o del odio elemental. Las tensiones entre los Estados no eran, por lo general, suficientemente poderosas, como para llevar la guerra más allá de sus límites convencionales.

El "equilibrio de poderes" implicó una tendencia de carácter conservador. Así como existía un ceremonial de diplomacia, así también había algo parecido a un ceremonial de guerra, siendo ambos semejantes al estilo contemporáneo del arte del protocolo.

Aun la guerra fue alabada en virtud de su carácter aparentemente idílico, porque los campesinos podían arar y la vida civil podía alejarse sólo un poco del frente de batalla o del campamento militar. La guerra también se adaptó al espíritu científico de la época.

En la era de la ilustración, claro está, existió en principio una oposición muy efectiva a la guerra; oposición que estaba basada en consideraciones tanto humanitarias como económicas. Pero al mismo tiempo, muchos pensadores militares encontraron a la guerra "ennoblecida", precisamente por esas limitaciones resultantes de la constitución de los ejércitos y de otras trabas técnicas.

La guerra, después de todo, se había vuelto científica. Por consiguiente, se concedió mucha importancia al sistema de movimientos complicados que podían salvar el combate por completo, basándose en relaciones geométricas y ángulos de operación, y en puntos vertientes, cuya ocupación convertiría en casi mecánica a la victoria.

Clausewitz descartó tanto el optimismo como el dogmatismo de la teoría del siglo XVIII. En su opinión, la guerra no era ni un juego científico ni un deporte internacional, sino un acto de violencia.

En la naturaleza de la guerra nada hay de moderado o filantrópico que se asemeje a eso. Una frase del libro "On War", citada con frecuencia, es esta: "No nos agrada oír a los generales que resultan victoriosos sin haber habido derramamiento de sangre. Si la batalla sangrienta es un espectáculo horrible, esa debiera ser simplemente la razón para poder apreciar más la guerra, y no permitir que nuestras espadas resulten desafiladas dentro de poco a través del humanitarismo, para que alguien aparezca con una espada afilada y nos corte los brazos, separándolos de nuestro cuerpo".

Esta manifestación, claro está, también se funda en penosas experiencias, pero no deben perderse de vista sus implicaciones específicas. Implicó, entre otras cosas, que la ciencia no puede ni moderar, ni "ennoblecer" la guerra; opinión ésta, que en un sentido inesperado, ha demostrado ser por demás acertada.

Es preciso señalar que sólo el primer libro (o tomo I) estaba completo y revisado, por lo que en su conjunto, la obra constituye, en gran manera, un revoltijo de ensayos, memorandums y notas, reunido todo en forma poco precisa. Resulta prolijo, reiterativo y, en algunos párrafos contradictorio y altamente complicado (opinión que sobre esta obra da el General Fuller en su libro "La Dirección de la Guerra").



El pensamiento de Sir Basil Liddell Hart en relación a Clausewitz




Liddell Hart le define como "el profeta, no de Napoleón, sino de sí mismo; el Mahdi de las masas y de la mutua matanza", porque, en su opinión, él fue el origen de la doctrina de la guerra total, de la teoría acerca de la lucha hasta el fin, que empezando con el argumento de que "la guerra es sólo la continuación de la política por otros medios", terminó haciendo de la política la esclava de la estrategia.

Le critica los siguientes aspectos:

1) Su definición de estrategia. CLAUSEWITZ definía la estrategia como "el arte de emplear los combates como medio para lograr los objetivos de la Guerra". Para el tratadista “prusiano”, la estrategia establece el plan de guerra, determina las distintas campañas que la componen y regula las batallas que han de librarse en cada una. Esta teoría en opinión de HART, adolece de los siguientes defectos:

· La estrategia se inmiscuye en la esfera de la política ya que el plan de guerra debe ser necesariamente responsabilidad del gobierno y no de los conductores de las operaciones.
· Trajo consigo grandes problemas, toda vez que, al no coincidir normalmente en una misma persona el mando militar y el político (casos de Federico de Prusia), una parte alentó a los militares a la pretensión de que la política debía subordinarse a la dirección de las operaciones, y por otro lado, particularmente en los países democráticos, los políticos tendieron a rebasar el límite mal definido entre política y estrategia, y a interferir cerca del mando militar en el empleo que éste hacía de sus medios.

2) El objetivo perseguido. Para CLAUSEWITZ no era otro que la destrucción de las fuerzas enemigas. Los discípulos interpretaron mal las doctrinas del maestro, confundieron el fin con los medios, y llegaron a la conclusión de que en la guerra todas las consideraciones deberían subordinarse al objetivo principal de librar la batalla decisiva. Para LIDDELL HART, la estrategia no tiene necesariamente el simple objetivo de procurar la destrucción del poder militar del enemigo.

3) Su constante contradicción. Piensa Liddell Hart que es extraño que Clausewitz no se percatase que, en sus propios escritos, el autor entraba en contradicciones consigo mismo.Por una parte, afirma Clausewitz que, "Si la guerra es una continuación de la política, debe ser necesariamente conducida buscando siempre un beneficio para la posguerra", ya que un estado que gasta su fuerza hasta el límite del agotamiento provoca la bancarrota de su propia política. Por otra parte, afirma Hart, fue asimismo Clausewitz quién desarrolló la idea de que la destrucción de las fuerzas armadas del enemigo es el único objetivo de la estrategia. En varios capítulos de su obra "DE LA GUERRA", aparecen frases significativas como esta: "Hay un solo medio para terminar la guerra y es luchar", pero sin embargo, la rotundidad de su afirmación de que el objetivo del combate no es otro que "la destrucción o derrota del adversario", se ve dulcificada al exponer que la destrucción no implica su eliminación física sino la "disminución de sus fuerzas proporcionalmente mayores que las propias".

4) No admitir un principio de moderación en la guerra. Ante la afirmación de Clausewitz de que introducir en la filosofía de la guerra un principio de moderación sería absurdo y que la guerra es un acto de violencia llevado a sus límites extremos, Liddell Hart le replica diciendo que este principio es adecuado únicamente para una multitud enloquecida por el odio; es la negación del estadista y de la estrategia inteligente que trata de servir los fines de la política.

5) La nefasta influencia de su doctrina. Bajo la gran influencia de Clausewitz, en opinión de Liddell Hart, los Jefes militares europeos descuidaron el desarrollo de la superioridad latente que ofrecía la creciente invención mecánica. "Sólo con repugnancia, dice, aceptarían las nuevas armas que les inspiró el progreso civil, causando una inmensa demora entre la aparición de las invenciones y su adopción por los ejércitos. Ese retraso provocó la innecesaria masacre de millones".

3. Conclusiones

La Primera Guerra Mundial, como guerra estática, está plagada de ejemplos de ataques directos como producto de las enseñanzas “mal aprendidas” de Clausewitz, buscando la tan afamada “batalla decisiva”.

Los logros obtenidos en las batallas no alcanzaron, nunca a compensar el altísimo costo en vidas. Los ejércitos que se enfrentaron en la gran guerra, sumaron millones de personas en los frentes de batalla. Las grandes ofensivas directas absorbían una cantidad abrumadora de vidas humanas. Por alguna razón, ambos bandos no pudieron romper con la inercia de pelear en el mismo plano de ofensivas directas tradicionales que se repitieron con torpeza.

El ataque comenzaba con un violento duelo de artillería, que no alcanzaba a destruir al enemigo, ni a sus ametralladoras, y luego una gran masa humana de infantería era enviada a atacar los campos alambrados y bien defendidos. Esto se repitió de manera insistente en ambos bandos.

Las grandes batallas de Verdún y Somme fueron un ejemplo del desastre de la guerra de trincheras y ataques frontales. Verdún duró 9 meses, con más de 1.200.000 bajas. En la de Somme, unas 500.000 bajas, por lo que no hubo ganadores.

La aproximación indirecta proyectada por Liddel Hart buscaba la mejor ventaja, la circunstancia adecuada para producir el mejor resultado posible. El objetivo es la pérdida de libertad de acción del enemigo, que es la consecuencia de haber perdido la libertad de concepción.

No busca directamente la batalla decisiva. Busca primero la situación estratégica más ventajosa frente al enemigo, para producir la ruptura, el quiebre de la voluntad del enemigo. Solo luego, se continúa con la batalla. En otras palabras, dice Liddell Hart, que el objetivo de la estrategia es desarticular, dislocar, disolver al enemigo. La perfección de la estrategia sería producir una decisión sin un serio combate.

La batalla decisiva a través de un ataque directo, es el privilegio que solo tiene quien posee una cantidad de recursos, medios y talentos, para atacar en el centro del aparato defensivo enemigo. Se puede argumentar extensamente sobre lo poco recomendable que es usar la estrategia de ataque directo, por su altísimo costo. La economía de fuerzas constituye un objetivo claro de todo comandante, ya que la reposición de las tropas y materiales son críticos.

No obstante todas las enseñanzas que trae la historia del arte de la guerra, esta estrategia de ataque frontal o directo fue utilizada en numerosas oportunidades.

Con todo, se puede concluir tal cuál concluye Liddell Hart, "si la responsabilidad mayor recae sobre Clausewitz, quienes aceptaron sus teorías sin examen, en una época en que las nuevas armas se multiplicaban, son más dignos de censura".



Sin embargo, está de acuerdo con la importancia que Clausewitz da al factor moral cuando afirma que el espíritu humano es infinitamente más importante que las líneas o los ángulos, y con el apreciar, mucho mejor que JOMINI, la importancia de la sorpresa y el efecto moral de lo inesperado.



My I Eduardo César VERÓN RODRÍGUEZ